El primitivo núcleo nació al abrigo de la iglesia parroquial en el siglo XIII, dotada de una de las rectorías más antiguas y monumentales documentadas en la Sierra. Al otro lado del torrente de Sant Pere se alinean las calles de la Vila Vella, donde las casas lucen las fachadas como testigo del largo pasado que atesoran. Aquí también se agrupan las callejuelas más humildes, como las de Son Torrat, des Gorg, etc., que nos remiten a la simplicidad de la vida de un tiempo.

En el otro extremo, se extiende la Vila Nova, un barrio nacido en el siglo XVIII y XIX bajo las faldas de Es Rafal por la necesidad de acoger a una creciente población. Arquitectura y arte popular se dan la mano y regalan al visitante fachadas esgrafiadas y muestras de tejas pintadas donde se intuyen esperanzas y temores, protecciones y bienaventuranzas.

Así, entre estos dos núcleos, el pueblo ha ido creciendo poco a poco, creando nuevas calles y paseos, noveles edificios (la Casa del Pueblo, las Escuelas Viejas, el Matadero, las fábricas de papel y tejidos, etc.) e incipientes barriadas (es Balladors, sa Teulera, etc.).

La única aldea histórica del municipio es s'Esgleieta, situada en la entrada del valle de Esporles, junto a la carretera de Valldemossa. A pesar de ser un núcleo sencillo, la iglesia de Sant Maria de l'Olivar, las casas, la única vía empedrada y el aljibe de Les Monges hacen un conjunto lleno de belleza y genuinidad.

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